
13 de febrero de 2021.
Son palabras en desuso. Arcaísmos poco a poco desterrados del Diccionario de Usos Convenientes de la Lengua —lenguaje para medrar—. Solo algunos oídos atrofiados o demasiado sensibles como el de los perros están sintonizados a esa frecuencia de las palabras tabú: lo social, el bien común, la solidaridad…
Si por un casual llegan a escucharse, el obrero se hace cruces y escupe en un intento desesperado por ahuyentar su mal presagio.—¡Que callen a ese demonio buenista!… ¡al infierno él y su discurso para débiles! —diría, a la vez que una baba verde y colérica sale disparada de su boca torcida.
Y mientras el don nadie se limpia la bilis de las comisuras, en el edificio contiguo, alguien lo observa todo desde la ventana de su despacho. No cabe duda que es él; su traje, su sonrisa y, lo más importante: su postura de pavo con las alas desplegadas. Abajo en la calle ha comenzado a llover. Todos se han marchado, se han puesto a resguardo, salvo un perro vagabundo, que va ladrando una especie de barboteo que recuerda a ciertos vocablos inconvenientes, malditos.