30 de septiembre de 2020.

Subí a la montaña, tomé impulso y me lancé al vacío. La inercia de esa decisión me dio para planear durante un buen rato, pero soy consciente de que la dificultad está en el aterrizaje. Juro que no he sentido nunca mayor satisfacción que esta, mientras aún me sienta como un pájaro; es decir, mientras no recuerde que no tengo alas.
Desde aquí arriba la perspectiva es diferente. Por eso he dejado de pensar en mi pequeño árbol y la sombra que me daba, para admirar el hermoso e inmenso bosque que componen el conjunto de todos nuestros árboles y que, desafortunadamente, estamos a punto de quemar.
No sé, yo quiero evitarlo, y eso me desespera, hasta el punto de que sería capaz de estrellarme, si con ello lograra abrir un cortafuego. Pero ahora dudo: ¿tomé suficiente impulso para ello?