29 de septiembre de 2020.

Ella se abrazó contra mí, a pequeñas dosis —escribí—, como si quisiera racionar la inusitada intensidad que la emoción de verme de nuevo le producía, aunque de haberse producido en realidad aquel encuentro, estoy convencido de que todo hubiera sido mucho más frío e impersonal; mi tono de voz, lo que le hubiera dicho y, por supuesto, su reacción. Pero yo imaginé su pulso desatado en una carrera incontrolable, por lo que tendría que rehacerse sin levantar la más mínima sospecha.
—¿De dónde sales tú, niño? —eso sí; su «niño» siempre por delante para referirse a mí.