¿Qué hay de nuevo, viejo? (41)

31 de julio de 2020

Con los años, aquel regodearte en la propia desgracia, aquella actitud insana que publicitabas en tus textos adolescentes, o en tus primeras canciones, dejó de ser una disparatada extravagancia, para convertirse en tu impronta. A fuerza de pulir la técnica del autodespiece que solías retransmitir en abierto desde el quirófano uno de tu hospital de campaña —ese al que siempre se llega fácilmente, tras un breve callejeo por los pasillos de tus entrañas—, aprendiste; no sé si a escribir, o a psicoanalizarte.
Aunque la afirmación sea más propia de un santero de Mágina que de un galeno del siglo XXI, no creo que haya cura sin airear antes la herida. Y es que, reprocharle a un superviviente del siglo pasado no estar a la vanguardia de la medicina del alma tiene una corta y contundente trayectoria; algo así como el «Epitafio para un microrrelatista», de Marcelo Gobbo:«.»

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