Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
23 de abril de 2020
23 de abril, día internacional del libro como podía haber sido, yo qué sé, el día internacional del desaliento: de quienes escribimos, de quienes nos publican, de quienes no nos leen y de quienes no nos compran. Para libros está el patio, ¿verdad? Si total, celebrarlo el día 23 de abril por un cúmulo de errores que hicieron coincidir la muerte de Cervantes y Shakespeare, deja entrever que esto de los días internacionales de todo lo habido y por haber está metido con calzador y que, si se siguen agregando conmemoraciones, terminaremos por celebrar la hora para tal cosa en el día internacional para tantas otras.
Yo siempre espero —ingenuo de mí—, que, al menos, los días internacionales sirvan para que, durante unos segundos, alcancemos a reflexionar sobre lo mal que tratamos tal condición, colectivo, gremio, planeta, país, universo… es decir, que todos los días del año con sus horas debiéramos reflexionar sobre la indecencia, la injusticia, la insolidaridad y demás atrocidades cometidas por la humanidad, donde unos son grandes y otros valientes; donde unos traicionan y otros son fuertes.
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