Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
21 de abril de 2020

Una y otra vez y así hasta la eternidad; es siempre la misma secuencia. En mitad de la catástrofe —la única repetida en su frecuencia circular—, el hombre parece arrepentirse al ver al ángel de la historia; el ser alado que, justo antes de partir, vuelve su cara en ese momento anterior a dejarnos atrás, mientras en ella se refleja todo el horror de lo que somos. Entonces, una vez más, hacemos propósito de enmienda.
Pero después de un tiempo —tan solo una generación, tal vez menos—, la historia vuelve a ser papel mojado, el sermón de los aguafiestas que nos aburren con sus relatos demodés, mientras nos miran con altanería desde esa pretendida superioridad moral que se gastan. Así que tranquilos, que todo pasará, para que la desmemoria campe ufana y distraída por vuestras anodinas vidas, tal vez, menos burguesas y más proletarias que nunca, pero qué se le va a hacer, si solo queríais olvidaros de todo. Y mientras, la Universidad del Alzheimer, con sus carreras técnico-pragmáticas, una vez más, habrá vuelto a incendiar la biblioteca de Alejandría.