Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
19 de marzo de 2020

Desconozco cuántos dígitos llegarán a alcanzar estas elucubraciones matutinas. También, que mi búsqueda conduzca a algo y que ese algo sea bueno, aunque sí espero que me ayuden a encontrarle provecho. Y ahí va mi primera reflexión del día: lo que ayer te parecía estúpido, hoy no lo será tanto. Y esto lo escribo después de ver en las noticias al autoproclamado «señor presidente en guerra de los USA» convencido al fin de la seriedad del asunto, mientras sus conciudadanos han corrido como locos a la armería para comprar más munición, más miras de precisión y más pistolitas; luego, ya no da tanta risa lo de nuestro papel higiénico, mientras que lo de estos gringos sigue dando mucho miedo.
De momento, me consuela que, al escondernos de este virus, nos hayamos topado de frente con otros virus igual de devastadores que creíamos extinguidos de nuestro corazón. Me refiero a las virulencias del amor; esas fiebres que alguna vez nos atacaron hasta desfigurarnos y convertirnos en algo que solo fuimos por un instante.