Buscando algo bueno del confinamiento (80)

Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.

2 de junio de 2020

He de confesar que llevo casi cuatro años sin coger apenas mi guitarra; casi desde el mismo momento que rebauticé a ese tipo que cantaba sus tristes canciones desde el otro lado del espejo como «Perroscuro». Qué desconsideración hacia la música por mi parte, con todo lo que me ha dado en la vida. No, no hablo de éxito; ni siquiera me parece que encontrara el equilibrio al escribir y berrear mis mierdas. Pero me ofreció una puerta por la que colarme en tu paisaje, y las canciones fueron el pretexto idóneo para llamar tu atención. Ya ves; lo tenía delante de mis narices, pero apenas sabía nada de ti, hasta que aquella noche estuvimos pasándonos la guitarra como quienes se fuman un cigarro a pachas.
A veces añoro aquellos días: cuando mi gato se colaba por tu ventana; cuando mi perro movía el rabo y ladraba en tu puerta; cuando me sabías cerca por el solo crujir de mis pasos —descompasados, arrítmicos, tan llenos de mí—.

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