Pequeñas oraciones ateas

Ocho: me iré como vine: con las simples vestiduras de mi asombro

Foto de Randy Jacob en Unsplash

Seré pródigo, al menos, en intenciones; que ya se encargará el camino con sus trampas en bajarme los humos. Si no consigo cinco, habré intentado cuatro, para llegar hasta tres. Y ya verás cómo se refleja en mi cara la maravillosa iridiscencia de la satisfacción.

Mi casa siempre va conmigo, porque está dentro de mí: apenas el escueto y funcional mobiliario donde apuntalar mi determinación, y todos mis proyectos —posibles e imposibles; logrados y frustrados—, colgando en las paredes de la sala de máquinas, mientras una voz grita en mi interior: «¡más madera!»

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