Pequeñas oraciones ateas

Cinco: ¿por mi culpa?

Una sensación paralizante que —estoy convencido— ya estaba en nosotros antes de que fuéramos o pareciéramos, disuelta en la seguridad hidráulico-amniótica del vientre de nuestras madres. Antes de nacer, ya nadábamos en la culpa de los otros que —como un maldito antojo, una fea marca de nacimiento— nos estará siempre recordando de dónde venimos.

Lo he dicho muchas veces; que tanto el bien como el mal están en nuestra esencia humana. Ahora, todo depende de la querencia de cada cual para que la balanza se incline hacia un extremo u otro.

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