2 de marzo de 2021.

Se movía con mis gestos y hasta se tropezaba con mi misma torpeza; dos pies izquierdos y para colmo planos, sin apenas curva en su llanura desangelada y recta, como un desierto sin nombre. Era tan desmañado como yo, y hasta gafaba todo lo que tocaba. Pero solo era yo mismo, poseído por las proclamas lanzadas a golpe de góspel por un predicador negro, pero con la cara de Paco Ibáñez, que a veces habita en mi cabeza.
«Trabaja, niño, no te pienses
que sin dinero vivirás
junta el esfuerzo y el ahorro
ábrete paso, ya verás…»
—¡Amén!
«La vida es lucha despiadada
nadie te ayuda, así, no más
y si tú solo no adelantas
te irán dejando, atrás, atrás…»
—Cambiaría por ti, te lo juro; pero eso no significa que vaya a ser un hombre mejor.