1 de marzo de 2021.

No suelo ser una compañía agradable. Siempre que le digo esto a alguien, o simplemente me lo recuerdo a mí mismo, me viene a la cabeza la cantiña de Carmen Linares: «Eres como veleta del campanario/ tan pronto miras al norte como al solano…» Pues eso, una veleta que el viento hace girar con suma facilidad, hasta que —como siempre— termina apuntando hacia esos oscuros nubarrones que se divisan al norte de mis pensamientos. Una veleta que escupe a cada giro una palabra, en una correlación aparentemente aleatoria. Pero después, al escucharlas todas con su correspondiente pausa, ahora sí, como parte de una misma frase, nada resulta baladí en esta rueda de tristeza.