1 de diciembre de 2020.

Toco tus huesos, consciente de que estoy palpando algo a lo que en parte pertenezco. Seré raro, me tratarás de loco, pero a mí me tranquiliza el hacerlo: pasar las yemas de mis dedos por la cabeza de un fémur; sentir la porosidad de su tacto; tentar esas imperfecciones en las que nos reconocemos.
Toco tu esqueleto —el armazón de los míos— consciente de que estoy palpando a la vez mi pasado y mi futuro; convencido de mi tarea: la de formar un círculo con esos huesos donde empiecen y acaben todos mis anhelos.