4 de octubre de 2020.
Desde que salíamos era la primera vez que íbamos a estar separados más de dos días, así que me dejó una nota, con la condición de que no la leyera hasta que se hubiera marchado. Ahora sé que aquel fue su primer ensayo de despedida. Puede que ya no encontrara nada interesante en las páginas de mi libro, o simplemente, que le apeteciera otro género: menos melancolía pop y más rock and roll.
Me pedía encarecidamente que saliera a celebrar la primavera; que quedara con un amigo para bebernos toda la primavera que nos cupiera en el cuerpo; que me dejara llevar y fuera feliz de una vez por todas. Luego, tras despedirse con un beso largo y profundo, añadía en la posdata: «nunca dejes de ser tú».
«¿En qué quedamos? -, me dije- ¿soy feliz o soy yo?»
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