Buscando algo bueno del confinamiento (58)

Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.

10 de mayo de 2020

Photo by cottonbro on Pexels.com

Cuando, hablando de música, los blancos llamamos a alguien innovador, la mayoría de las ocasiones se trata de un espabilado más, fardando por ir dos pasos detrás de un negro. Yo tenía 13 años cuando me contagié con el virus de Little Richard, aunque durante un tiempo creía haber contraído, no una, sino dos enfermedades diferentes que, evidentemente, tenían unos síntomas parecidos: inevitables espasmos y una fiebre incontrolable por la que no podías parar de bailar.
La primera de ellas, fue el llamado mal de Elvis Presley que, como un mal o baile de San Vito, anulaba mi mente, trastocaba mi habla y me hacía convulsionar cada vez que el «Tutti Frutti» desataba un terremoto desde la voz a las caderas del rey de Graceland. Poco tiempo después, me creí contagiado de la enfermedad de The Beatles, cuyo síntoma más característico era un movimiento involuntario de la cabeza de lado a lado. Lo contraje un día que escuchaba la radio cuando, de pronto, sonó una versión en directo de los de Liverpool del « Long Tall Sally»; durante los dos escasos minutos que duró la canción, no pude parar de mover mi cabeza, a la par que de mi boca se escapaban unos aullidos como de perro ladrando a la luna.
Con el tiempo, descubrí que, tanto Elvis Aaron, como John, James Paul, George y Richard «Ringo» eran portadores del virus del rock and roll que les había sido transmitido por un reducido grupo de músicos de raza negra, encabezados por Little Richard y Chuk Berry, aunque algún que otro blanquito —como Jerry Lee Lewis— conformaron la regla con su excepcional aportación musical.
Así que, no nos queda más que decir: ¡larga vida al rock and roll, pues no habrá pandemia ni demonio que lo haga desparecer!

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