Y yo que siempre he creído a pies juntillas en aquel refrán que me solía restregar mi padre por las narices; cuando se me ponía todo serio y con voz grave me espetaba: «Maestro liendres, que de todo sabes y de nada entiendes».
- Foto tomada en la plaza del 2 de Mayo de Madrid, durante una pelea de gallos
«Las nuevas generaciones ya no leen hasta el final»
-CHRISTINE DETREZ-
(Socióloga)
De repente, me veo como un milénico, asido fuertemente a mi móvil, saltando como un mono por la pantalla: del grupo de wasap de aquel curso de certificación profesional que hiciste sobre edición digital, al de antiguos alumnos del instituto -pasando por alto el de la familia, que lo tengo silenciado-; luego, la noticia sobre el Supremo y el Impuesto sobre Actos Jurídicos Documentados, con un «dactilhojeo saltimbanquis» por EL PAÍS, El Confidencial, Público… pocos más; y que no falte un vistazo rápido al tiempo que va a hacer en Madrid durante todo el fin de semana, que mi chica quería que saliéramos de tapas este sábado, antes, claro está, de mirar en la app de El Tenedor bares molones y no muy caros por la zona de Goya.
Por eso me estoy planteando muy seriamente lo de adoptar el on line como forma de vida.
Según parece, esta manera de proceder me rejuvenece y hasta me hace ganar músculo como lector, pues dice Christine Detrez, socióloga especializada en el estudio de los hábitos de lectura de los jóvenes, que leer dando saltos de una página a un blog, leer noticias, leer post y dejártelos a medias, si no logran captar tu interés durante las primeras veinte palabras, incluso, regresar a lo que dejó de interesarte, pero de repente te vuelve a interesar, ampliará de manera casi exponencial mi conocimiento, a la par que me hará adquirir una gran destreza en mi capacidad de asociación de ideas. Y yo que siempre he creído a pies juntillas en aquel refrán que me solía restregar mi padre por las narices, cada vez que andaba metido en demasiados asuntos -todo lo que fuera con tal de no estudiar: escribir, música, vivir, chicas, soñar, vivir soñando, más chicas, soñar viviendo…-; cuando se me ponía todo serio y con voz grave me espetaba: «Maestro liendres, que de todo sabes y de nada entiendes».
Por eso me estoy planteando muy seriamente lo de adoptar el on line como forma de vida; como le oí hace no mucho a un compañero de reciclaje profesional: «yo he venido a este curso buscando mi versión 2.0. Y una vez actualizado e interactivo, lo que me echen… ¿Hace mi yo 3.0?…pues venga». Claro que esas cosas que están aún por suceder, en cuanto al desarrollo de la inteligencia artificial, depende por el momento de las expectativas de cada cual, de la experiencia del yo tecnológico de cada uno. Por lo que respecta al mío, como creativo, como escritor, todavía no veo del todo claro un corrector de estilo a la par que editor, que pula mis textos cuan si se tratara de un Gordon Lish cibernético.
- La socióloga Christine Detrez
Pero… ¿llegaré a tiempo?… Si quienes lo petan en el chiringuito cultural tienen entre 25 y 35 años… ¿no seré ya demasiado viejo para hacer algo que merezca la pena? A ver, ellos, jóvenes y atrevidos, no temen a los desafíos y son creativos sobre todas las cosas. Pues bien, salvo que no puedo volver atrás en el tiempo, ha quedado demostrado que me va la marcha, en el mismo momento que con 53 años estoy aquí escribiendo un blog sobre transmedia y cultura, y lo que se me ponga en las narices, con un par de vueltas más que me de por la selva del ciberespacio.
Recuerdo ahora una conversación mantenida con mi amigo Javier Villatoro hace ya unos años. En aquellos momentos, él empezaba a levantar el vuelo por estos mundos transmedia y yo seguía siendo un tipo gris y corriente; vamos, analógico perdido. Estábamos en la prehistoria del ebook y yo veía inconcebible que el libro de papel muriera. Así que no paraba de darle una serie de peregrinas argumentaciones en favor del papel, llenas de puro sentimentalismo. Entonces, él me interrumpió, y mirándome fijamente a los ojos, sentenció: «Seguramente que cuando apareció el libro, también hubo a quien le costó decir adiós al papiro».
Jóvenes con gorras llamativas y enormes pantalones que dedican su buen hacer con las rimas a Cervantes y no se les caen sus aparatosos anillos.
Desde entonces, ha llovido mucho para este pobrecito charlatán, hasta el punto de que estoy convencido de que los años del libro de papel están contados, y no solo por la tragedia ecológica que supone seguir cortando árboles para fabricarlos, sino por ser un formato poco apto para la inmediatez de los nuevos tiempos; como diría alguien de la generación Y, leer un libro de papel completo puede ser una pérdida de tiempo. Así que habrá que apuntarse a escribir chat stories, aunque odiemos Whatsapp y poner emoticonos por encima de todas las cosas.
Pero tranquilos, no perdamos la esperanza. Seguro que siempre habrá un resquicio por donde se cuele algo inaudito, arcaico y, ¿quién sabe?, si hasta transgresor. Y así, de pronto, me quedo idiotizado mirando vídeos de peleas de gallos en Twitter, jóvenes que me recuerdan la vieja tradición de los troveros en las Alpujarras o a Francisco el Hombre, aquel personaje que García Márquez cogió de Valledupar y lo llevó hasta la ciénaga de Cien años de Soledad, para que se jugara la vida en un duelo de improvisación con el mismo diablo. Jóvenes con gorras llamativas y enormes pantalones que dedican su buen hacer con las rimas a Cervantes y no se les caen por ello sus aparatosos anillos.