18 de febrero de 2021.
Mi debilidad está en todo lo tuyo repetido en mí. Oigo tus pasos decididos por el pasillo y, de manera inexplicable, me echo a temblar. Luego, siento tu reojo a mi espalda, leyendo con disimulo este balbucir errático matinal, y mis manos tiemblan sin remisión. Así es cómo convierto en tabú todo lo que te merodea o nos merodea: esta fragilidad inconfesable que me apresuro a preservar de la intemperie; de momento.
Me lo has dicho muchas veces, que por mucho que lo enmascare con ese andamiaje de subtramas alrededor, por encima, por debajo y a través, tú siempre vas a reconocernos en el fondo de todo lo que escribo. Quién sabe, si tal vez mañana me atreva a romper ese techo de papel y palabras.