Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
27 de abril de 2020

Soy así de desastre. El ansia que me puede; por eso hemos tenido que separar tu chocolate —que te dura hasta la próxima compra o más— y el mío —devorado con un ansia bulímica o de buey—. Y es que todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral, engorda y probablemente terminará matándome. Soy consciente de ser nocivo para mi propia persona, y esto lo escribo mientras flagelo mi cuerpo y mis sentidos con un segundo café bien cargado.
En cuanto a las emociones, qué deciros si siempre llego tarde a mis citas con el equilibrio. ¿Preguntaba por su contención, señor?… Hace apenas un instante que ha salido por esa puerta de la derecha; esa que pone «melancolía». Entonces, para compensar la ansiedad que me produce, me tomo un valium de cacao o un diazepam de patatas fritas. Por fortuna, alguna vez me da cargo de conciencia; entonces, escribo, y escribo, y escribo sin saber muy bien a dónde me ha de llevar esta terapia de choque.