No son lo mismo las cosas que van y vienen, que las cosas de ida y vuelta. Las modas, lo insustancial y, hasta el malhumor, van y vienen o vienen y van. Sin embargo, lo que de una u otra manera nos marcó en algún momento: esa canción, ese encuentro, ese beso, ese miedo primigenio… dejó su huella invisible, cuya lectura solo le parece estar permitida a los mecanismos de la memoria; esos asombrosos artilugios encargados de activar el prodigio de los recuerdos en un continuo de sensaciones de ida y vuelta. ¡Oh, maravilloso carrusel que nos remueve una y otra vez las entrañas hasta que vomitemos vida! 

Mi proceso es el siguiente: me sumerjo en las profundidades abisales de mis recuerdos; lo hago en un estado de concentración máxima, casi superior; es una sensación de letargo donde todos tus recuerdos se suceden a cámara lenta, y los masticas, y los saboreas, y te vuelve de nuevo toda la intensidad, todo el retrogusto de tus vivencias.