1 de junio de 2021.

Alguien, uno de esos defensores de la posverdad, que dice haber estudiado un grado en demagogia y manipulación en «nosequé» universidad privada, me afeó con una mueca de burla mi pesimismo crónico, mi tristeza de serie. Me dijo que dejara de llorar en mis escritos, y que hiciera algo por la felicidad de las nuevas generaciones.
Sí, tal vez yo sea un coñazo y encima un llorica que lo ve todo de color negro, pero esa es mi manera de rebelarme contra este mundo de cartón piedra neoliberal. Este es mi grito contra el individualismo enfermo, la insolidaridad, la banalidad materialista que nos rodea, con la que envolvemos a los niños entre los algodones de una felicidad irreal que, llegado el momento en el que descubran la gran mentira, se tornará en frustración, en rabia.
Entonces, esos niños vendrán a matar al padre. Así que, prepárate para estar triste, tú, que tanto te ríes de mí.