26 de mayo de 2021

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Ante los ojos de un niño todo es desproporcionado. Su alegría es destartalada y torpe hasta reventar en carcajadas como globos de colores. El peligro es la inmensidad hecha luz, cuyo resplandor lo atrapa en su infantil ceguera. Y el desencanto es el abismo de los abismos; un agujero negro lleno de dolor a rebosar. Pero al final, siempre hay una tormenta: un rayo que arrastra en su cola la ansiedad; un trueno que anuncia una calma nueva. Y vuelta a empezar el rueda que te rueda de este juego de niños…