26 de marzo de 2021

Condujimos toda la noche, guiados por las lejanas luces de la ciudad-trampa. Una vez allí, anduvimos descarriados bajo una lluvia tan intensa, que apenas distinguíamos nuestros propios pasos. Llegamos a perder la noción del tiempo. Incluso, el hambre y el cansancio nos arrastraron al más absoluto de los delirios.
Fue al entrar en aquella taberna. Estaba sentado bajo una luz blanca con un extraño artilugio entre las manos. Era un ángel ejecutante de una música divina. Nadie movía un músculo en la sala: los borrachos escuchaban abducidos; el tiempo y todo el mal que este arrastraba se detuvieron de momento; también la lluvia ofreció su tregua. Comprendimos por fin el sentido de la vida; todo su misterio estaba encerrado entre aquellos acordes.
Justo con las primeras luces del amanecer, ya estabas enfilando las últimas curvas de vuelta a casa.