24 de marzo de 2021
Siempre me ha parecido que la valentía —que nadie la confunda con la temeridad— es una reacción primaria; pura supervivencia. No conozco a ningún valiente que no sienta miedo; al contrario, este es «conditio sine qua non» de aquella. Es como si la valentía estuviera escondida dentro de un cartucho de dinamita, que solo prende cuando está cerca la llama del miedo y su explosión va a tener irremediablemente daños colaterales; una consecuencia en la que nadie repara nunca. De ahí que esté emparentada con el instinto antes que con la racionalidad.
Todo lo demás, por favor, vístanmelo de lo que quieran, pero no traten de engañarme, que un «de perdidos al río» cuando es sincero, tampoco es nada deshonroso.
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