15 de marzo de 2021

Nos están haciendo un traje a la medida de su estupidez. Lo malo es que nos dejamos, como cuando de niños no protestábamos por la ropa que nos compraba nuestra madre: un jersey azul marino de pico, una camisa de cuadros y un pantalón beis de tergal. Por no tener, no tenemos ni ganas de avanzar hacia una adolescencia contestataria, o al menos curiosa.
—¿Le hago un siete a los vaqueros, me pongo mi camiseta de los Iron Maiden y me dejo el pelo largo?… ¿para qué?… Mejor digo que soy el inventor del bolero moderno… o mejor aún: sampleo «La campanera»… ¡Ah, qué pereza me da todo esto!..
Ya no asustamos a esta panda de incompetentes a quienes hemos consentido que se suban a la tarima a decir una barbaridad tras otra. Solo observamos condescendientes que, al fondo de la sala, los del gallinero las aplauden con el mismo fervor futbolero que les llena de bilis la comisura de la boca. Sin embargo, estamos suplicando porque otros vengan a cerrar el grifo; no hay nada más molesto que ese continuo goteo.