14 de marzo de 2021.

Yo padezco de pesimismo crónico. No me lo han diagnosticado aún, pero la sintomatología es, cuanto menos, reveladora. Una vez más ha pasado: estaba ahí, moviendo la cabeza de manera compulsiva, como si fuera una puñetera sonaja, cuando he sentido un crujido inequívoco en el mismo centro de mi alegría, para terminar por darme cuenta de que la algarabía no durará lo suficiente como para que no me distraiga ese pensamiento recurrente.
Entonces, empiezas a mirar a uno y a otro lado, buscando la trampa, la contrapartida, y gritas.
—¡Maldita educación judeocristiana!… ¡maldito sentido de la culpa cosido en el envés de todas mis camisas! … ¡maldito yo!…
La fiesta continuará hasta bien entrada la madrugada, pero tú ya te habrás marchado. Desde la cama aún escucharás el eco ramplón de una cancioncilla picante, aunque ya no sabrás si ocurre de verdad o solo lo estás soñando.