12 de marzo de 2021.

No sé, un día, al pasar por el kiosco de la esquina, creí ver la noticia escrita en los diarios. Después se me olvidó, y nunca volví a pensar en ello. Hasta hoy, que le dije a Flori Tapia: «Antonio Gala está muerto. Además, hace ya años que ocurrió. Te lo digo como si estuviera viendo ahora mismo el féretro saliendo por la televisión».
Puede que la culpa de mi asesinato la tenga el propio Gala, por no buscar desde hace mucho la felicidad. Porque con ella le pasa como con el amor: no se puede andar por las esquinas buscándolo. No querías pasarte las noches en vela, bebiendo por sus sinsabores. Pues nada, Antonio, preferiste la serenidad, y yo decidí pisarte cuando te sentías «como una pequeña tesela de un gran mosaico: prescindible, mínima, confusa, pero en su sitio».