8 de diciembre de 2020.

Me he escondido una vez más en ese callejón de mis juegos infantiles. De pronto recordé aquel oscuro recoveco desde donde divisaba todo el ajetreo. No sé si cuando estaba allí no me podían ver, o simplemente no me echaban de menos, pero me reconfortaba aquella sensación de orfandad buscada. Siempre me desterraba de sus juegos de una manera voluntaria; como un primer paso para dar comienzo a mi juego y a mis reglas. Desde fuera pudiera parecer triste, pero desde allí dentro todo se veía distinto, quizá por el ángulo de esa luz que incidía con su tibio confort en mis mejillas.