27 de noviembre de 2020.

Luego a pesar de todo, no fueron años tan insulsos, aunque yo debía hacer algo, no podía quedarme parado sin dejar de intentarlo. Afortunadamente, un buen día me decidí. Me vacié los bolsillos y le enseñé las manos. Pero sin esconderme nada… Bueno, en verdad tenía poco que enseñar, pues ella me tenía bien calado. Esa es la queja que yo me repetía cada noche como una letanía, cuando tendría que haber dejado de rezar y haberme puesto a darle forma con las manos a eso que ya debiera estar colmando mis bolsillos: mi vida, mis sueños.