24 de noviembre de 2020.

«Ya estoy otra vez aquí, empujado al alivio de su sombra, asido a la rama más fuerte de este no-castaño gordo y frondoso. Soy un pájaro más, un zorzal desvalido que regresa puntual hasta el árbol grande de Sierra Mágina, donde sé que me esperan los parlamentos sin hilo de su consejo de ancianos… El viejo Labios me ha enseñado a hacerlo. Basta con respirar hondo y apretar los ojos con todas tus fuerzas, que ya estás viendo a lo lejos las arrugas del tío Juan Lázaro, del tío Blas José, del tío Sonoro y del tío Camina, a medida que la conversación se les va enredando».
—«Los niños de las caras», Juan Cano Pereira (Sial Pigmalión, 2020)—