20 de noviembre de 2020.

El médico no dudó en su diagnóstico: parálisis parcial de las glándulas de la ensoñación, debida a una atrofia emocional aguda. «Demasiado tiempo dedicado a tareas que destruyen el alma»— se dijo para sí, mientras intentaba digerir el mazazo. «¿Algún tratamiento, doctor?» —balbuceó luego, a la vez que sacudía su cabeza por los nervios— «Hay solo remedio, tan antiguo como el mundo: música al levantarse, música al mediodía y música al acostarse. De hecho, es tan eficaz, que antes de llegar al estribillo de la primera canción, su presión arterial habrá mejorado considerablemente».