10 de octubre de 2020.

Qué curioso que, justo cuando te estabas marchando, he comprendido de golpe tantas cosas que tú me decías en ese particular idioma tuyo a simple vista incoherente. Un parlamento de palabras que campaban libres por campos de oraciones mutiladas y entremezcladas a su vez con una infinidad de expresiones intraducibles de las que solo tú sabías disponer.
De repente, todo cobra sentido; como aquellas charlas en las que parecías soltar las cosas por tu boca tal y como tu cerebro las disparaba, sin filtro ni censura. Pues resulta que no, que ese galimatías tenía una lógica que ahora he logrado descifrar.
Ojalá supieras que, aunque no lo pareciera, te estaba escuchando, incluso reteniendo en mi cabeza o en mi corazón —qué más da— lo que me decías, y que ahora lo comprendo y lo recuerdo todo.