5 de septiembre de 2020

Ya he hablado alguna vez de cuando soñaba con ser juglar de discoteca, debido a que en su día tuve una sobredosis de Hilario Camacho que me duró varios años. Dice mi chica, que de los giros de mi voz aún se escapa a veces un atisbo de su gorgoriteo característico; y es que uno no termina nunca de rehabilitarse del todo.
También hubo un tiempo, justo a continuación, en el que negaba la mayor cuando alguien me relacionaba con el «trovador de Chamberí». Pero, por fortuna, la madurez pone todo en su sitio, hasta el punto de ya no importarme que en el fondo de mi voz aún oscile el deje de su pena cuando canto. Entonces me sonrío y pienso, que ya solo falta que el tiempo coloque su música y sus canciones en el lugar que se merecen.