3 de septiembre de 2020

Ese viejo que tengo dentro desde siempre ha secuestrado mis sueños. Lo sé porque todas las noches siento sus movimientos de tenia alienígena en mi estómago, devorándome esa pizca de esperanza que aún me resuena en las tripas. Un incesante gorgoteo delata las intenciones de ese monstruo en la oscuridad, y yo sé que solo tengo que relajarme, para que el sueño nos venza a los dos en su inexorable avance hacia el amanecer; porque, aunque aquí, en medio de la oscuridad, ahora no lo crea, el día sucederá a la noche, al menos mientras la tierra, la luna y, sobre todo el sol, permanezcan más o menos en el mismo lugar en donde están desde hace millones de años.