2 de septiembre de 2020

Anoche soñé con Josep Pla: estaba tan ricamente, fumando en su escritorio.
—Don Josep, ¿tiene un cigarrillo, si us plau?
—Pero si tú no fumas, Juan. ¿A la vejez viruelas?
—No, es que me atasqué en eso de los adjetivos.
—¡Ah, es eso!… Pero, ¿no había otra chorrada en la que hacerme caso?… mira que yo, en vida, he dicho muchas tonterías… Pero de todas formas, lo de fumar era solo una excusa. Así, mientras me liaba el pitillo, le daba vueltas a ese adjetivo que no acabara de encajar.
—Luego, usted me aconseja que aprenda a liar cigarrillos.
—Con la poca maña que te das con esas manos, mejor búscate otro truco. Pero recuerda: adjetivar, ese es el problema de la literatura. No añadas un adjetivo a un sustantivo al buen tuntún, a tontas y a locas, frívolamente; ni excesivamente vulgar –en este punto el lenguaje del pueblo es fuente de muchos errores- ni excesivamente erudito y difícil de comprender. Tiene que ser preciso, inteligible y claro; y, a ser posible, gracioso.
Y en estas me despertó Azorín: «la literatura está en el adjetivo» —dijo— y después se lió un cigarrillo.