31 de agosto de 2020

Estuvimos los dos en el mismo hormiguero apenas un año, aunque era bien fácil distinguir a mis sumisas hormigas obreras, siempre a reducto de tus voraces legionarias, mientras trazabas a conciencia el carrilito de las feromonas. Éramos muy jóvenes —tú aún más—, pero yo me dejaba llevar por lo que tú ya sabías. Me mostrabas tu pata de loba, camuflada burdamente en harina… y yo me dejaba llevar. Me decías: «voy a cambiar, te lo prometo. Yo por ti, voy a cambiar», pero nunca lo hiciste; tampoco yo te ofrecía ninguna garantía, ninguna recompensa. En verdad, éramos muy jóvenes —tú aún más—, pero no tardé en descubrir tu rastro de harina.