6 de agosto de 2020

«Y es que este libro, —aparentemente un libro más— es, sin embargo, un críptico mapa emocional accesible solamente para iniciados; algo así como el Antiguo Testamento de los desheredados; o la Biblia de Sierra Mágina, contada por un niño sobre la piedra del tiempo. Un niño que se hizo grande antes de que Sierra Mágina pudiera resucitar de su crucifixión atemporal, mientras él seguía escondido detrás de sus recuerdos sin ordenar, y a la espera de que se obrara el milagro de que «La Pava», esa cara de la casa de los encantamientos, atravesara la pared medianera con el templo donde La Cruz sigue sugiriendo a quien quiera entenderlo que la obra más inquietante de Dios, los seres humanos, solamente llega a la perfección sobre el papel, como nos apuntó Leonardo da Vinci cuando dibujaba a su Vitruvio, en un intento desesperado por arreglarle a Dios su equivocación dibujando al hombre perfecto». —fragmento del prólogo de Soco Mármol Brís en «Los niños de las caras» de Juan Cano Pereira—.