25 de julio de 2020

Vayas donde vayas siempre va a estar ahí, no sé si debajo de tu piel o sobrevolando tu cabeza. Aunque te niegues tres veces a ti mismo como una piedra testaruda, al final termina por delatarte ese acento aristado, esa palabra pronunciada en un extraño idioma que aquí nadie conoce y que al nombrarla así, sin querer queriendo, parece que desatara un ritual, un conjuro.
Mientras caminas, dentro de ti —dicen— que se oyen voces. Probablemente, serán las voces de tus ancestros que te están llamando hacia el centro, hacia adentro. Siempre has creído que lo hacían por envidia, porque tú habías logrado salir del laberinto. En cambio, ahí están ellos, castigados eternamente a vagar en su nudo, en su confusión.
Pero un buen día, después de recorrer infinidad de caminos, de vivir en tantas ciudades y de conocer a tanta gente, caes en la cuenta de que tú eras un pasaje más, puede que una encrucijada del viejo laberinto.