19 de julio de 2020

Cuando éramos adolescentes teníamos tantas ganas de salir de aquel aturullamiento, que la impaciencia nos llevaba a la precipitación, y esta a ir dando trompadas de un lado a otro en el camino. Si nos atrevemos a hacer el recorrido a la inversa es muy fácil recomponer un posible atestado: las huellas de un frenazo a destiempo que se pierden en la cuneta de los dieciséis, el árbol seco contra el que os la dísteis junto a la carretera cuando os dejó aquella chica, esa cicatriz que aún duele los días de lluvia… Y si esto no basta para que lo recordéis, ya se encargarán millones o trillones de canciones de haceros regresar ese zumbido de abejas y esa duda continua de nuevo, como si nada hubierais aprendido de lo nefasta que resultó la influencia de aquel tiempo en vosotros. No sé, tan solo probar otra vez un poco de aquel sabor agridulce y os vuelve hasta el acné, ¿verdad?