Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
23 de mayo de 2020

No tengáis prisa, y no estoy hablando de prudencia ni de miedo; estoy hablando de trascender en un descoloque que nos redimensione la vida. Aprovechemos ahora, mientras todo fluya más lento, casi detenido ante nuestros ojos. Hemos de respirar con avidez esta claridad y estos cielos que se nos brindan, e ir de atrás hacia adelante, y de nuevo retroceder para avanzar una vez más todas las veces que nos plazca; o todas las que intuyamos que nuestro corazón pueda permanecer inmóvil, sin matarnos.
Es raro tener esa sensación de desperdicio cogida al pecho, y toda la ropa del armario oliendo a hoja de calendario quemada. Pero que nadie desespere; un par de malos momentos y todo cambia: la luz incipiente en el cuaderno, la brisa que volatiza los malos pensamientos, y nuestra inocencia, tan desnuda e infantil como antaño, guiñándole un ojo al amanecer.