Querido lector: las entradas que te has ido encontrando en mi blog bajo este título han sido fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. En vistas del buen resultado que le están dando a mi salud, tanto de cuerpo como de alma, las seguiré manteniendo. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
12 de junio de 2020
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Si alguna vez hubo un gramo siquiera de autenticidad en ti, debe estar entre las motas de polvo que la luz de esta mañana de junio deja entrever. En esa habitación que ha existido en todas y cada una de las casas que has habitado, adivinándose bajo las marcas de tus pósteres adolescentes; cubriendo con una pátina de melancolía las fotos de todos esos viajes inolvidables; amarilleando entre líneas en los margenes de tus viejos libros; aguantando un inmenso estornudo que contuviera toda la ternura escondida entre los pliegues de los años.
Bienvenida sea esta bendita alergia, tan familiar y tan nueva de nuevo. Bien hallada esta adolescencia perdida; este acné brotando entre las arrugas de mi piel, bajo las canas de mi barba.