Querido lector: las entradas que te has ido encontrando en mi blog bajo este título han sido fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. En vistas del buen resultado que le están dando a mi salud, tanto de cuerpo como de alma, las seguiré manteniendo. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.
10 de junio de 2020

Quiero pensar que todo lo que hacemos en nuestra vida, hasta lo más insignificante, termina encajando en el mecanismo que mueve nuestros sueños. Que cuando creemos estar equivocándonos, estamos creando en verdad una pieza única, un resorte magistral e infalible ante las situaciones extremas a las que a veces nos enfrentaremos en nuestro viaje.
Sería recomendable, además, que fuéramos previstos de unas buenas gafas de ver la relatividad; o, por el contrario, encontraremos cosas que parecerán, pero que no son. Aunque tengamos la impresión de estar avanzando, solo tendremos la certeza de que nos alejamos de un punto en el que, de habernos quedado, tal vez podríamos haber alcanzado la felicidad. Y es que el camino te llevará tan lejos y tan cerca como tú necesites, y nada más; porque hace falta viajar y viajar para volver hasta aquí.