Buscando algo bueno del confinamiento (84)

Querido lector: las entradas que te vas a encontrar en mi blog bajo este título son fruto de las reflexiones diarias que he ido escribiendo cada mañana durante el confinamiento en el muro de mi Facebook. Siempre las acompaño además de una canción que por lo general sirve —nunca mejor dicho— de pretexto a lo que escribo.

6 de junio de 2020

Soy un descreído del amor así tomado en su rotundidad inmensamente absoluta, pero rimbombante y hueca, mientras resuena en el horizonte como un descomunal eructo de nuestra necedad humana. Seguro que no hay palabra en el mundo más manida y desgastada por un uso inapropiado, banal. Es más, cada vez que nos vemos entre la espada y la pared, corremos raudos a invocar sus presuntos poderes curativos; o la arrojamos ante lo que provoca nuestra zozobra cual espray paralizador de males y desdichas.
Dame pan y dime tonto, pero si lo que me vas a dar es amor, el tonto eres tú, que probablemente no recibas nada a cambio. Porque tomar el camino del amor no solo no está de moda, sino que parece una imprudencia pueril, en vistas de cómo se las gastan los depredadores de la jungla, ahora que la comida escasea. Y lo que es peor: cuando pasen las siete plagas, ya se nos habrá olvidado qué significa la palabra amor.

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