“Amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo” —GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, «El amor en los tiempos del cólera»—
Patricio Pron es el flamante ganador del Premio Alfaguara con «Mañana tendremos otros nombres», una novela sobre usos y costumbres en el amor y en el sexo -tanto monta monta tanto- en la era de las redes sociales. Comenta el autor cómo le vino la inspiración para escribirla, mientras observaba en el metro la facilidad de dedo que se gastaban varias personas usuarias de Tinder a la hora de elegir entre las fotografías de parejas compatibles que la aplicación les proponía.
Nunca he utilizado una app de contactos -ni que mi mujer se entere-, pero como en todas las aplicaciones informáticas, es un frío algoritmo el que te propone estas y no otras opciones en base a la elaboración de un previo y, se supone, riguroso perfil del sujeto productor/consumidor –prosumidor-. Luego deduzco, que esa pretendida asepsia de la herramienta será tan eficaz y certera, que nos sorprenda a la vez que nos inquiete, tanto como lo hizo aquella primera lista semanal que Spotify elaboró y empaquetó bajo un clic en nuestra foto de perfil; grupos e intérpretes desconocidos, o al menos, no escuchados por ti en la aplicación, pero con un estilo bastante afín a la música que reproduces en ella. Bueno, eso si no eres un aprendiz de crítico musical o simplemente un melómano empedernido, que entonces podrías encontrar las propuestas poco exigentes o demasiado previsibles.
Imagino que dependerá también del nivel de exigencia o de las expectativas de cada usuario de las aplicaciones de contactos -si buscas pareja o solo «follamigos»-, pero da vértigo tan solo visualizarse deslizando de manera compulsiva las fotografías: ahora a la izquierda, ahora a la derecha, otra vez a la izquierda, dos más a la derecha… Mientras, no puedo dejar de comparar esta compulsión táctil a la que nos arrastra la seducción de los tiempos modernos, con aquellos otros amores de antaño, de los tiempos de Maricastaña, o -volviendo a la literatura-, de los tiempos del cólera , cuando García Márquez aporreó nuestras seseras y nuestros corazones con el amor para los restos entre Fermina Daza y Florentino Ariza. Así, visto desde la perspectiva actual, Florentino era un acosador y un pedófilo, que perseveró durante setenta años ayudado, sobre todo, por las redes sociales del momento -redes epistolares-, aunque probablemente, hoy en día, dada la infinidad de posibilidades que se ofrecen, se hubiera distraído bien pronto de sus pretensiones, para terminar renegando del amor de su vida.
Pero, quién sabe si al final, cuando los amantes esporádicos sean más viejos y más sabios, alguno de esos encuentros del ciberespacio los lleve a conversar para entretener el tiempo, para hablar de ellos mismos, de sus vidas tan distintas, de la casualidad inverosímil de estar desnudos en la misma habitación, cuando lo justo sea pensar que ya no queda tiempo sino para esperar la muerte.